9 feb 2011

Génesis

Montamos una pequeña empresa haciendo caso a los gurús de la orientación laboral y a los padres de la patria que animaban a ser emprendedores, a realizar tus sueños, a trabajar para ti mismo... Tras 20 años trabajando para otros, pensamos que la idea no era mala: teníamos una carterita de clientes para empezar, nos formamos a conciencia en el manejo de las herramientas propias de nuestro trabajo, estudiamos a fondo los mecanismos del mundo al que nos lanzamos, invertimos en maquinaria y utillaje, constituimos nuestra empresa... y nos lanzamos a trabajar.

A las primeras de cambio, nos encontramos recibiendo encargos, realizando diseños, ejecutando proyectos, facturando nuestro trabajo, pagando a proveedores, cosechando felicitaciones y alguna queja por nuestras creaciones... y con Hacienda. Sí, nos encontramos con Hacienda. Pudimos comprobar los motivos que empujaban a nuestros antiguos jefes a quejarse y maldecir a Hacienda.

Pero no importó. Pensamos entonces, y seguimos pensando ahora, que el bocado a nuestras ganancias se justificaba por el sostenimiento de un estado público que dotaba de infraestructuras y servicios al país y que todos nos beneficiábamos de ello. No importó porque pensábamos en la calidad de vida y el estado del bienestar que, entre los que pagamos a hacienda, nos proporcionamos.

Fueron unos comienzos duros e ilusionantes. Pagábamos nuestros impuestos y, aún así, sacábamos un beneficio similar (unas veces mayor, otras menor) al que obteníamos trabajando para otros. Perdimos algunos clientes que nos proponían enjuagues no éticos relacionados con facturación sin IVA o consignar mayores cantidades en las facturas de lo realmente trabajado. Pero seguimos adelante. Ganamos otros clientes que habían conocido por terceros nuestra forma de trabajar... En fin, hemos navegado durante 8 años y continuamos a flote, aunque con la cubierta haciendo aguas por la crisis que sacude al mundo.

Hasta que topamos con las operadoras de telefonía. Primero fue ORANGE (ver) y ahora VODAFONE. Dos demonios que campan a sus anchas ajenos a la Ley, a la Administración y al sentido común. Es aquí donde comenzamos a vislumbrar, antes que Benedicto XVI, que el infierno es un estado de ánimo causado por un Belcebú que habita entre nosotros en forma de molopolio compartido con Satán y Lucifer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario